y sirenas hablan entre sí y el silencio me sobrecoge.
Como la vida misma.
En las calles los árboles se esconden con miedo,
el alma de la noche oscurece,
y la gente se limita a soñar con deudas resueltas
y pagos que cobran hasta la vida.
Supe que el llanto no se iría de pronto,
pero pensaba que se apiadaría del más débil.
Hoy ese hombre llamó a mi puerta,
recibí por segundos su pánico
y no fui capaz de devolverlo a la vida.
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